agosto 19, 2013

El nuevo señor Director... ¡Sin dirección!

Esta noche, ya estaba por ir a descansar cuando algo me decía que no podía hacerlo. Recordé que tengo un blog y esa "ansiedad" que he tenido todo el día estoy seguro que se ha de calmar haciendo catarsis por este medio virtual.
Tiene mucho tiempo que no hago pie en este mi ciberespacio, sin embargo, sé que valdrá la pena explayarme y contar la historia.
Después de 17 años ininterrumpidos (porque hasta mi estancia en Japón se contabiliza como de práctica académica) de trabajo magisterial, no había sentido lo que mi corazón pudo experimentar este inicio del ciclo escolar 2013-2014.
Hace un par de meses participé en el escalafón para acceder al ascenso como director de educación primaria. Muy poco convencido quedé en la lista en un ranking privilegiado, lo que me permitió ser de los primeros en elegir sitio a donde yo debería desempeñar mi nueva función directiva.
A pesar de vivir ciertos inconvenientes y de tener referencias de algunos conflictos en la escuela que seleccioné, hoy finalmente experimenté lo que varios maestros y padres de familia me habían anticipado: "ver a los niños tomando clases debajo de los árboles". Así, tal cual.
Fue muy emotivo recibir a los niños, a los padres y a la comunidad de regreso a la escuela. Todos saludándome y extendiendo su mano -y su corazón- al nuevo director. Pude observar a algunas señoras mayores diciendo: "Qué jovencito está el director, ojalá que haga algo por la escuelita y los niños".
Eso me conomovió tanto.
Pero lo que más me taladraría mis entrañas, sería cuando, después de los honores a la bandera, empecé a distribuir a los grupos a sus salones y tener que decirle a dos grupos que ellos se quedarían abajo de los árboles porque todos saben que no existen aulas físicas que accedan a tomar sus clases.
Resulta que la escuela ha crecido considerablemente en los últimos 3 años. Y hoy, después de hacer el conteo, resultó que mi nuevo centro de trabajo impartirá servicio educativo a 201 alumnos desde el primer hasta el sexto grado.
Cuántas emociones encontradas: miradas de agradecimiento de los padres por haberlos atendido y escuchar sus peticiones, palabras de aliento de la comunidad reiterando su confianza en mí y sobre todo, saber que mi progenitora es la primera que me alienta para hacer que esos niños puedan modificar su historia.
Sí, lo acepto: yo que laboraba en la comodidad de una escuela en el centro de la ciudad capital de mi estado, claro que me acostumbré a tener todo a la mano. ¿Pero quién ha dicho que un maestro -o director, en este caso- debe formarse solamente en la urbe?
Comparto que son muchas las necesidades: componer las instalaciones eléctricas, diseñar los letreros de rutas de evacuación, colocar extinguidores, organizar el aula de medios, poner bebederos, arreglar los baños, solicitar clase de educación física y un auxiliar de intendencia, mover los cacharros, poner unas mallas o carpas, pero lo más importante: construir las aulas para los alumnos. Yo sigo insistiendo: no me importa no tener una dirección, yo soy el que quiero seguir atendiendo las actividades debajo del arbolito también. Todavía me falta un maestro para cubrir el tercer grado, grupo al que atendí con mucho cariño este primer día: cantamos, jugamos, escribimos, concursarmos y sobre todo, valoramos la oportunidad de poder asistir juntos a una escuela.
Sé que tengo muchas ganas de promover acciones y originar cambios positivos. Pero tener ganas no lo es todo, se tiene que trabajar arduamente.
No daré marcha atrás, mis antecedentes profesionales me hacen sentirme más que comprometido, pero ir poco a poco para lograr mucho.
Hoy más que nunca he renovado y multiplicado mi vocación de servicio magisterial. Hoy estoy más convencido de que será acá donde aprenderé a ser director (aún sin haber ido a la escuela para directores, porque no existe tal). Hoy sé que la vida me ha puesto nuevamente donde debo estar -en palabras de mi mamá-. Serán muchas las pruebas, pero ya casi 2 décadas de trabajo me han enseñado a no doblegarme y a aprender cada día. 
Realmente estoy muy agradecido con Dios, mis padres, mi patria y la sociedad que me ha exigido dar lo mejor de mí este día y siempre.
Sea ésta pues, la ocasión para retomar el propósito primodial y dar justa reinaguración a mi espacio virtual. Queridos lectores: ¡Los abrazo!
Por cierto, BIENVENIDOS a la Escuela Primaria "Julio Rodas García" de la Col. Lauro Ortega en el municipio de Temixco, Morelos.

1 comentario:

Andrés Saavedra A. dijo...

Aquel día frio en el municipio de Huitzilac, entre por el portón improvisado de mi escuela telesecundaria "tlacaelel",continúe mi camino por el césped hasta llegar a mi pequeña aula, en compañía de 12 alumnos mas intentamos comenzar nuestra clase, esto encendiendo el televisor, para sorpresa de todos, y con motivo de la tormenta del día anterior, no había luz, y no solo no existía luz eléctrica para encender el televisor y comenzar la clase, podría decir que mas bien no había luz de aprender, no se notaba luz de enseñar, no había ganas de iniciar ni concluir, nadie mostraba esa luz, quizá por estar marcados por la sociedad misma, estigmatizados por ser rurales, veíamos lejos el encontrarnos con los mejores medios para aprender, empezando por lo básico.

Me parece bueno su texto, me siento bastante identificado, espero que usted lleve esa luz a su escuela.